CAN BORDOY GRAND HOUSE & GARDEN

El Hotel Can Bordoy de Palma de Mallorca ha sabido conjugar como pocos, la esencia de un pasado con unas soluciones contemporáneas, todo ello sin renunciar a un estilo definido y encontrando además para la ciudad, un jardín a modo de tesoro que nadie conocía hasta ahora.

El Hotel Can Bordoy de Palma de Mallorca ha sabido conjugar como pocas la esencia de un pasado con unas soluciones contemporáneas, todo ello sin renunciar a un estilo definido y encontrando además para la ciudad, un jardín a modo de tesoro que nadie conocía hasta ahora.
Mantener las trazas del pasado, pero evitando una falsa recuperación de un pasado glorioso que realmente la casa nunca tuvo. Así de honesta es la declaración que el estudio OHLAB hace del proyecto de reforma integral que llevaron a cabo en el Hotel Can Bordoy. Con más de 500 años de historia, este edificio de más de 2500 metros cuadrados ha sido concebido como la casa señorial del siglo XV que una vez fue, y ha regalado a la ciudad de Palma de Mallorca, en concreto a la Lonja, el corazón del centro histórico donde se encuentra ubicado, un pequeño tesoro que no conocía nadie: un impresionante jardín privado que ha sido uno de los ejes pivotantes de la reforma, con almeces, jacarandas o cítricos, y que gracias a la reforma, puede visitarse de forma pública casi en su totalidad.

El proyecto ha buscado mantener el ambiente romántico y decadente encontrado en el edificio para ponerlo en contraste con las intervenciones y elementos de distintas épocas. Este eclecticismo se refleja también en la selección de mobiliario con piezas variopintas. El resultado son 24 habitaciones con piscina, spa, terraza y sobre todo el jardín. La reforma integral propuesta por OHLAB es más propia de una casa que de un hotel, por lo que la recepción en realidad es un gran recibidor, en lugar de restaurante entramos en un comedor residencial y las habitaciones y salones recuerdan a las de una casa antigua bien conservada.

El estudio se ha inspirado en los principios de la técnica tradicional japonesa de Kintsugi, que consiste en “el arte de reparar porcelana milenaria rota con un material precioso, como el polvo de oro, y obtener así una pieza reparada que no esconde la fractura, sino que la muestra y la celebra, y cuyo resultado es una pieza que puede tener incluso más valor que la cerámica antes de romperse”. Así es como se ha utilizado una paleta de materiales sencilla como morteros de cal, enlucidos tradicionales de estuco o piedras nobles, y se han diseñado estrategias arquitectónicas que abrieran la casa y el jardín a la ciudad, con piezas de mobiliario recuperadas o realizadas ad hoc para el hotel.
En cuanto a las soluciones adoptadas, en la planta baja se observa un corredor verde de vegetación, que invade los comedores, conectando el jardín con el patio de entrada y la calle. En el patio de la escalera, el lucernario cenital se llena de agua, convirtiéndose en una pequeña piscina con el fondo transparente que recrea un juego de luces a través del agua, “inundando de reflexiones cáusticas toda la escalera”. En las habitaciones destaca sobre todo el mobiliario, diseñado por OHLAB, en concreto una colección de camas, con sus mesitas y cabeceros acabados en madera de nogal y terciopelo, y equipadas con lámparas y pulsadores de latón envejecido, “configurando un espacio delicado y recogido en sí mismo, que contrasta con la textura basta e inacabada de las paredes y techos existentes”.

Para los baños se ha jugado con grandes cortinas de terciopelo que los camuflan, creando un efecto muy teatral, donde el propio baño pasa a ser el escenario de la habitación y donde, en lugar de esconder ese elemento, se celebra su uso haciéndolo protagonista y visible en todo su esplendor. Otras veces son paredes de espejos los que esconden elementos sanitarios como inodoros o duchas, devolviendo con el reflejo el tamaño que estos elementos han robado, además de enfatizar la contemporaneidad de estas piezas.
También el arte tiene un papel importante en esta reforma, y de paredes de toda la casa cuelgan cuadros, combinados con una colección creada por el artista Pedro Oliver para Can Bordoy, una serie de óleos sobre tela de gran tamaño en las que Oliver juega con trazos personales y decididos superpuestos sobre texturas clásicas reminiscentes de la historia de la casa. Se trata de telas preparadas para ir colgadas directamente sobre las paredes sin marco ni bastidor, “con un aspecto espontáneo de pieza improvisada e inacabada, perfecta para el estilo del hotel pero encerrando a su vez una rica complejidad de matices y volúmenes”.
En definitiva, se trata de un proyecto con un toque romántico que ha sabido mantener la esencia del edificio, sin renunciar a los mejores acabados y contrapuntos contemporáneos.

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