Proyecto de rehabilitación de un edificio de oficinas de los años 70. En el interiorismo, se establece un diálogo entre la estructura existente, que queda desnuda y expuesta, y su uso hotelero, que se revela en materiales de muy alta calidad que no traspasan los perímetros de cada estancia. Por tanto, en espacios con suelos de hormigón, pilares metálicos y bóvedas de techo, reveladas por el uso de madera, cerámica y yeso, se establece un diálogo en el que no se permite que los dos elementos se entrometan entre sí, y entre los que, algunos cuidadosamente elegidos y se pueden encontrar muebles perfectamente iluminados.
La fachada se compone de elementos verticales y horizontales de gran profundidad, que modulan un ritmo vertical desdibujado, dificultando la determinación del número de plantas del edificio. La fachada se ve interrumpida por cinco cajas de madera, que actúan como balcones. Para su recubrimiento se eligió la cerámica, un material que tiene un fuerte vínculo con la historia de la ciudad, al que se le añadió un valor extra, la música. Con la ayuda de Cerámica Cumella y el IAAC, inventamos un algoritmo que, basado en el sonido, creaba un modelo que luego un robot grababa en la superficie de la cerámica durante su extrusión. Este proceso nos permitió crear una infinidad de piezas, cada una única y diferente pero todas con el mismo patrón. Para esta pieza se eligió la composición musical “Vivaldi Recomposed” de Max Richter. Esta pieza, al igual que el proyecto, toma como base algo del pasado, en este caso las Cuatro Estaciones de Vivaldi, a las que luego se les da un giro moderno. El mismo sistema se utiliza para crear el gran mural cerámico que ocupa toda la planta baja, comenzando en la recepción y llegando hasta el fondo del restaurante.